Un encuentro que marca una experiencia única de los cinco sentidos
Estamos protagonizando en México una nueva edad de oro de un establecimiento tan tradicional como entrañable: el bar, entendido como el lugar donde se sirven bebidas alcohólicas (vino entre ellas).
Este resurgimiento trae aparejado un cambio de nombre. Ahora lo bares se llaman wine bar, vinerías, wine room o bar de vinos.
Y funcionan... aunque la definición del diccionario tal vez deba ser revisada, ya que afirma que se trata de un “establecimiento público, de carácter popular, donde se sirven y expenden bebidas y, a veces, se sirven comidas”.
Hoy los wine bar ya no son de carácter popular, son ambientes sociales, una nueva alternativa de salida y un espacio para el goce de los sentidos.
Además, sí que se sirven buenos platos.
En los Riedel wine bar de Polanco y del Sheraton Centro historico, los vinos son los que marcan el ritmo y los platillos se suman en un suave coro de fondo, siendo la excusa necesaria para que la sinfonía se complete.
Cuenta con cuidada carta donde prevalecen las tapas, las tablas de quesos y las botanas premium para acompañar vinos de 5 estrellas.
La posibilidad que da el Riedel Wine Bar, la de consumir “por copeo”, es decir copa a copa el vino que a cada uno más le guste, permite ahorrar en la cartera y derrochar en el paladar, además, cuenta con personal altamente capacitado para asesorar, enseñar, recomendar y valuar los vinos con los clientes.
DELICIOSOS DETALLES
Estamos protagonizando en México una nueva edad de oro de un establecimiento tan tradicional como entrañable: el bar, entendido como el lugar donde se sirven bebidas alcohólicas (vino entre ellas).
Este resurgimiento trae aparejado un cambio de nombre. Ahora lo bares se llaman wine bar, vinerías, wine room o bar de vinos.
Y funcionan... aunque la definición del diccionario tal vez deba ser revisada, ya que afirma que se trata de un “establecimiento público, de carácter popular, donde se sirven y expenden bebidas y, a veces, se sirven comidas”.
Hoy los wine bar ya no son de carácter popular, son ambientes sociales, una nueva alternativa de salida y un espacio para el goce de los sentidos.
Además, sí que se sirven buenos platos.
En los Riedel wine bar de Polanco y del Sheraton Centro historico, los vinos son los que marcan el ritmo y los platillos se suman en un suave coro de fondo, siendo la excusa necesaria para que la sinfonía se complete.
Cuenta con cuidada carta donde prevalecen las tapas, las tablas de quesos y las botanas premium para acompañar vinos de 5 estrellas.
La posibilidad que da el Riedel Wine Bar, la de consumir “por copeo”, es decir copa a copa el vino que a cada uno más le guste, permite ahorrar en la cartera y derrochar en el paladar, además, cuenta con personal altamente capacitado para asesorar, enseñar, recomendar y valuar los vinos con los clientes.
DELICIOSOS DETALLES
Basta que se siente en el Riedel Wine bar, para que se sienta envuelto en el mágico mundo del vino, navegar por la cava de la casa, detenerse en cada vino, ampliar más información de cada uno, averiguar desde su precio hasta el tipo de uva que se usó en su proceso de creación y tomar el vino que le apetezca, por copeo.
Pero la idea de mimar a los amantes del vino y de empezar a evangelizar a los que están mirando con buenos ojos el mundo de la vid, esta vinería es a la vez una boutique para comprar gadgets, obviamente las colecciones completas de copas Riedel , decantadores, sacacorchos, cortagotas, termómetros y accesorios .
Y para terminar de crear el ámbito perfecto hay varios platillos exquisitos para acompañar la bebida de Baco. Con alta tecnología en conservación, cada uno de estos bares logra mantener intactos cada uno de los vinos abiertos.
Para los que ya conocen de vinos, el Riedel wine Bar es un pasaporte para encontrarse con las mejores etiquetas de México y el mundo, vinos que se pueden beber por copas o bien que se pueden comprar, ya que los espacios también funcionan como tiendas boutique.
Basta con mirar las secciones gastronómicas de los periódicos y las revistas para ver la creciente oferta de cursos sobre vinos, degustaciones, las catas colectivas y los festivales de vinos de los principales restaurantes.
Este “movimiento etílico” incubó a cientos de amantes del vino que recorren con mucha soltura y autoridad la carta de vinos de los restaurantes, que ponen a contraluz sus copas y que tras el primer sorbo de líquido, cierran los ojos y dejan volar sus sentidos.La nueva logia de amantes del vino (una tendencia que también se está dando en otros países latinoamericanos) ha generado muchos nichos de mercado nuevos, así como nuevas oportunidades para los empresarios gastronómicos.
El buen degustador de vino no comienza por inundar su paladar con el líquido, antes ha escuchado el golpear del elixir en el fondo de la copa, toma su tiempo para observar los reflejos de la luz en la transparencia de los dorados o los rojos, pausadamente se acerca a olerlo; un cúmulo de evocaciones llega a el; se transporta, viaja, imagina, ahora si, la prueba, no lo bebe, lo degusta, es como si se inundara de el, entre ambos, entre el vino y el bon vivant se ha dado una fusión: entonces llega el placer.
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