miércoles, 9 de noviembre de 2011
Château Pétrus
Elisabeth Jaubert, embajadora de Petrus, fue quien me llevó de la mano entre los viñedos, labodega, los aromas y los sabores de esta casa.
Esta gran bodega es propiedad de la familia Moueix, la cual se ocupa de todo el proceso de producción y comercialización de sus vinos.
Jean-Pierre Moueix es el propietario del Château Pétrus, uno de los vinos más míticos del mundo, donde garantizan el cuidado del viñedo y la vinificación.
Los vinos de Pétrus gozan de una reputación legendaria, parecen reunir todos los superlativos que se le atribuyen y la devoción raya en la mística que los entendidos le profesan. Esta pequeña y sencilla propiedad produce un Bordeaux único, el vino más concentrado y con los sabores más profundos.
Sus grandes añadas tienen una textura untuosa y una tal intensidad al paladar que compararlo con un gran Oporto no parece exagerada. Sin embargo, con toda su intensidad, su plenitud y su riqueza, el secreto de la grandeza de Pétrus reside en su remarcable equilibrio y su penetrante aroma, que lo mantienen diferente, no solamente a los otros Pomerol, sino también de todos los Bordeaux incluidos los más admirables.
Producido sobre un terreno arcilloso en medio de la meseta gravosa de Pomerol, el vino de Pétrus se ha hecho célebre por su suntuosidad.
Pero es a las características del terreno del viñedo a la que Pétrus debe su personalidad, en la superficie o en profundidad, el terreno es de naturaleza arcillosa, contrariamente a la de las propiedades vecinas, que están formadas por una mezcla de gravas y de arena, o bien de arcilla y arena.
El Merlot crece maravillosamente en un suelo de esta naturaleza y en consecuencia ocupa 95% de la finca, por otro lado los viñedos son muy viejos, su renovación no se efectúa sino después de haber cumplido sus setenta años.
A diferencia de otros muchos propietarios, Mme. Loubat, después de las catastróficas heladas de 1956, rehusó replantar sus cepas y esperó simplemente algunos años para que éstas recobraran su salud. Sin embargo, Pétrus no justificaría su renombre si no fuera admirablemente administrado y si la vinificación no estuviera garantizada por una gran profesionalidad.
Bajo la dirección apasionada de Christian Moueix, y del brillante enólogo Jean-Claude Berrouet, el Pétrus es objeto de múltiples atenciones. Durante las vendimias, los racimos se cosechan después del mediodía, cuando el rocío de la mañana se ha evaporado, para evitar toda posible disolución de la calidad. Después de que la fermentación haya tenido lugar, se efectúa una estricta selección de las mejores partidas, las que compondrán el Petrus. Del mismo modo que los Grands Crus del Médoc, el envejecimiento se efectuara en barricas nuevas de roble.
Existe una gran cantidad de cosechas fabulosas de Pétrus, que han llevado sin ninguna duda, el precio a sumas vertiginosas, los 1945, 1948, 1950, 1952, 1959, 1961, 1964, 1967, 1971, 1975, 1982, 1985, 1989 y 1995 forman parte de los vinos más fantásticos que yo jamás haya bebido.
La decisión del propietario de filtrar el Pétrus a partir de 1976 va en contra de su imagen de vino sin compromiso. Si bien el Pétrus puede ser impresionante, la idea que uno pueda tener de beberlo pronto, porque está elaborado con cerca del 100 % de Merlot, es falsa, la mayoría de las añadas de Pétrus necesitan al menos de 12 a 15 años para alcanzar su apogeo.
Una producción limitada de unas 3,500 cajas de 12 unidades, obtenidas de sus 11.5 hectáreas, unido a la elevada demanda, hace de él un vino muy buscado.
El extremado cuidado del viñedo, unido a una vinificación prácticamente perfecta, cuidada en los más mínimos detalles, hacen de Pétrus uno de los grandes vinos del mundo.
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